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LA CHAMBA

TOLIMA 

MAYO 2022

AGOSTO 2023

La Chamba es un pequeño corregimiento a orillas del Río Magdalena, muy cerca del Espinal, Tolima. Allí, casi todas las familias del pueblo hacen alfarería. Gracias a Olga Acosta, quien también me llevó por primera vez a Juana Sánchez, sabía que debía buscar a Carmen Prada sobre la vía principal. La encontré en la parte delantera de la casa de su hijo John Jairo, quien le ayuda con varias labores del oficio. Allí la encontré llena de barro negro en las manos y con una sonrisa enorme que me daba la bienvenida.

Con ella aprendí su técnica de construcción a partir de moldes de distintas formas y tamaños, así como la quema y ahumado que le hacen a sus piezas en unos hornos de leña hermosos que tienen forma de igloo. El barro que consiguen yace en los cultivos de arroz de la zona, y en el pasado, solían recolectar ellos mismos su arcilla.  Hoy en día le pagan a algunas personas para que hagan esta tarea pues se han privatizado todos los terrenos de donde la sacaban y esto les ha limitado el acceso. Ese barro es de color negro, grisoso mas bien, y lo mezclan con uno mas teso, mas arenoso, que le da la resistencia al choque térmico.

 

Carmen apoya el barro previamente mezclado sobre una mesa y hace una gran placa a punta de puños y golpes con su mano derecha. Una vez tiene el tamaño deseado, agarra uno de sus moldes de barro cocido y lo pone boca abajo sobre la mesa. Recuesta la placa sobre el molde y la presiona contra éste para darle la forma ovalada o circular de sus moldes. Dependiendo del tamaño de la olla, tinaja o múcura que vaya a hacer, Carmen hace una placa más o menos grande. Una vez modelada la placa sobre el molde, se dedica a pulir y agregarle o quitarle material. Más adelante, cuando el barro se ha secado un poco y agarra suficiente estructura, Carmen lo desmolda y termina de modelar la pieza, poniendo la boca y afinando las curvas y texturas. Cuando las piezas están secas, le agrega un engobe rojo por toda la superficie y lo deja secar. Originalmente bruñía las piezas con piedras del río, pero ahora, consigue piedras en Bogotá, como el ámbar o la amatista para darles el brillo final.

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Dependiendo del clima, Carmen y su hijo, ponen las piezas a secar en el sol directo. Una vez están listas para pasar por el fuego, John Jairo se prepara para la quema, consigue suficiente leña según las piezas que tenga, y las carga dentro de varias canecas metálicas que organiza dentro del horno en forma lineal. En medio de las canecas mete suficiente leña para empezar a darle calor al horno, y a medida que los palos iniciales se van quemando, le va agregando más y más leña hasta lograr un color de brasa rojo incandescente. El color y densidad del humo y de la brasa le van indicando la temperatura de las piezas. Una vez alcanzada la temperatura deseada, jala con el garabato (un gancho metálico) una por una las canecas afuera del horno. A éstas les agrega boñiga de vaca hasta cubrirlas por completo, y las cierra con una tapa metálica para generar un ambiente de reducción de oxígeno que ahume las piezas y les de el negro carcaterísitico de las vasijas de este lugar. Poco a poco el humo dentro de las canecas va coloreando la superficie de las piezas y se va enfriando. Al otro día descargan las canecas y limpian los objetos. La primera vez que visité a Carmen y a su hijo, lo que más me impresionó fue el tamaño y la forma de su horno. Sin pensarlo dos veces me metí (cuando estaba vació y apagado) y casi que quise quedarme a vivir ahí.

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Conocer personas como Carmen Prada de La Chamba, Tolima, es una de las cosas que más agradezco y valoro de mi oficio.

Me conmueven sus maneras, tecnologías y aproximaciones.  Valoro su resistencia por mantenerse de pie en esta labor.

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