
Juana SÁnchez
HATILLO DE LOBA, BOLIVAR.
JULIO 2019
En la isla de Mompóx, sobre el brazo de Loba del río Magdalena, está Juana Sánchez, un pequeño pueblo alfarero en donde se conservan rastros de una cultura cerámica prehispánica muy importante. Juana Sanchez está rodeado de agua, se asienta sobre una mina de arena arcillosa y vive en constante cambio por el cauce del río y el clima que lo acompaña.
En este territorio habitaron los indígenas Chimila, ellos conocían muy bien su entorno, cultivaban y realizaban oficios de carácter anfibio, entre el agua y la tierra. Desde ese momento los habitantes de este territorio adaptaron sus ritmos de trabajo y oficios siguiendo las temporadas de lluvia y sequía que modificaban su paisaje. Gracias a las piezas arqueológicas excavadas en la zona sabemos que estas culturas fueron alfareras.
Hoy en día existe una tradición alfarera en Juana Sánchez, legado de estas culturas prehispánicas. Allí, las mujeres juanasancheras mantienen viva una técnica de construcción del barro específica que les permite crear objetos de gran escala, como tinajas, usando únicamente sus manos como herramientas. Esta técnica responde a las necesidades prácticas y cotidianas como crear objetos utilitarios que les permitan sobrevivir en el territorio. Desafortunadamente esta antigua tradición alfarera está desapareciendo ya que la costumbre de enseñarla de generación en generación terminó con la llegada del plástico al territorio.

Aún así, existen 4 mujeres que conocen y practican la técnica con la cual fabrican diferentes objetos: Elizabeth Pérez Garzón, María de los Santos Aislan, Temilda Molina Hernández Y Celia Molina Hernández, y A pesar de las dificultades que enfrentan para continuar con su legado, ellas se mantienen ejerciendo su oficio con amor, fuerza y tenacidad. Esta firme resistencia me ha inspirado y movido a querer aprender y trabajar con y por ellas.
los objetos de arcilla de juana sanchez

Las mujeres de Juana Sanchez utilizan su técnica para construir objetos como: la tinaja, mollón, múcura, ollas, sartenes, materas y areperos, entre otros. Cerca del pueblo hay una loma conocida como el Cerro de la Pelea, en donde históricamente las tinajeras del pueblo han cobado (extraído) sus arcillas. Ellas ligan dos tipos de barro, uno liso y otro teso que es melcochoso y cremoso, dándole vida a una mezcla altamente plástica, refractaria y maleable. Al estar cerca del río, estas arcillas son ricas en arena lo cual le da propiedades específicas a sus objetos, ya sean para almacenar agua y conservarla fresca, o cocinar y dar albergue al fuego para transformar alimentos.
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Para levantar las tinajas, ellas agarran un velón (o bolillo) en su mano izquierda y lo van tejiendo en espiral sobre la palma de la mano derecha. Cuando la espiral sobrepasa el diámetro de la mano la recuestan sobre un molde o plato hasta llegar al diámetro de la base deseada para cada objeto. Al seguir uniendo el velón en espiral, van tejiendo un cuerpo sólido, firme y estructurado, que puede tomar un gran tamaño rápidamente y la forma que la alfarera decida. Una vez está levantado el cuerpo de la vasija, proceden a pulirlo y darle los acabados necesarios. Finalmente, cuando el objeto está listo, lo queman a baja temperatura en un horno de leña de tiro directo, que su compadre Eder Laguna les ayuda a cargar y quemar.
Con la llegada del plástico, ollas de aluminio, la carretera y el acueducto, las tinajas y ollas de barro históricamente hechas allí, dejaron de servir su propósito, y su oficio dejó de ser rentable. Las nuevas generaciones juanasancheras no ven en el oficio una oportunidad de vida y sustento y se ven obligadas a migrar a las ciudades o buscar otras labores. Muchos jóvenes del pueblo han optado por aprender a tornear y hoy en día se dedican a hacer cucharas o crisoles de minería para las minas de oro de la zona y el resto del país. Muchos de ellos montaron su propio taller y tienen una microempresa que exporta cucharas por todo el país.

Desde el 2019 he tenido la fortuna de conocer, trabajar de cerca y compartir con las tinajeras de Juana Sánchez en distintas oportunidades. Estas experiencias vividas y el vínculo que hemos construido juntas, me han cambiado para siempre. No sólo he tenido la oportunidad de aprender la técnica directamente de sus manos expertas, sino que he podido compartir y vivenciar la vida que la acompaña, su cotidianidad, familias y maneras. He estado registrando con foto, video, dibujo y audio, las historias detrás de la vida de las últimas tinajeras: María de los Santos Aislan, Elizabeth Rodriguez Pérez, Celia y Temilda Molina Hernández, con el fin de dar a conocer la labor de su resistencia.
He tenido la fortuna de volver a visitar este territorio en:
FEBRERO 2020, MARZO 2021, JULIO 2021, ABRIL 2022, JULIO 2022, ABRIL 2023, ENERO 2024, MARZO 2024 Y AGOSTO 2024.